19 dic 2012



TRAVESÍA EN LA CASA DE LAS PREGUNTAS

La larga travesía en mar había sido complicada. Pero, al fin, había llegado. Tantos años de espera y esfuerzo para poder entrar en la legendaria Casa de las Preguntas. Aquella casa que, en lo alto de la montaña divina que rasgaba los cielos, podría mirar con cariñosa superioridad a las casas del valle. Contaban los extraños libros que había podido leer, que en aquella casa había habido ilustrísimos personajes. Ahora había cuadros en las paredes no con su rostro, sino con el pensamiento que tras él se escondía. 

El joven e iluso viajero alcanzó al fin la remota Región de los Enigmas, la zona donde el pensamiento tuvo su origen. Esperaba ver aquella colosal colina que sostenía la Casa de las Preguntas, que tiempo atrás había  crecido tanto que el Monte Olimpo se había convertido en un simple desnivel más en el terreno. Pero lo que encontró no se correspondía con lo que esperaba ver. La magnitud de la Montaña de los Interrogantes no era ahora sino una simple nada. La casa descansaba ahora tristemente en un suelo árido y agrietado, y ella misma tenía ese aspecto. El tiempo y el poco mantenimiento debían haber hecho mella en sus cimientos. Alrededor de ella ya no había nada. Los edificios de antaño eran piedras bañadas en musgo y olvido. Una cúpula de humo y aire sucio delataba que la vida ya no se desarrollaba bajo el manto de la Casa de las Preguntas, sino en alguna zona en la que no parecía haber una casa parecida.

Una suerte para el viajero haber llegado en ese oportuno instante en el que todo parece poder cambiar. Durante unos segundos se escuchó el rugir de la tierra, mientras se empezaba a fragmentar el suelo en una línea que separaba lo que quedaba de la Casa de las Preguntas con el resto del mundo. El islote que la sostenía empezó a adentrarse en el mar, pero había sido en ese instante en el que se había iniciado la separación cuando el viajero había saltado instintivamente hacia el islote. Tenía un instinto peculiar, algo que le decía que si aquella casa debía hundirse o perderse en la inmensidad del océano, él se perdería con ella. 

Las olas empezaron a chocar con furia contra las paredes de la casa y la poca tierra que hacía de suelo alrededor fue desapareciendo. Miró entonces el joven, buscando una entrada. Vio una puerta roja y se arrojó sobre ella. La abrió con gran esfuerzo y entró. De reojo pudo leer unas letras que rezaban: “No entra aquí quien no sepa geometría”. Se sintió extraño, pues no tenía ni idea de geometría. Mas creyó entender lo que quería decir aquella advertencia.

Dentro sólo había una única y gran sala. Olía a viejo. Lo sorprendente es que dentro había una vieja bombilla que apenas iluminaba toda la sala, dejándola casi en penumbra. Aún más le sorprendió que dentro hubiera alguien. Había mucha gente, a decir verdad. Sin embargo, nada comparado con la gente que vivía bajo aquella cúpula de aire contaminado que había fuera. Fue recorriendo excitado la sala, al fin veía la Casa de las Preguntas por dentro. Todas las paredes llenas de ilustres personajes encajados en marcos de diversos materiales. Gente mirando los cuadros y hablando de ellos y otros tantos manteniendo limpios los cuadros. El joven viajero sonreía, era un lugar maravilloso. 

Fue recorriendo los cuadros hasta que un desafortunado comentario llegó hasta él. Era sobre un cuadro. El tipo que lo dijo parecía ser un maestro en aquel cuadro, pero afirmaba no saber sobre ningún otro. Siguió hablando y el joven se dio cuenta de que era alguien que jamás se había hecho preguntas, sino que había puesto un pedestal muy alto en sus valores con el pensamiento del tipo que figuraba en el cuadro. Casi por accidente escuchó a otro supuesto maestro hablar a unos alumnos con los ojos abiertos como platos, y lo que hacía era ignorar todo cuadro y ponerse a sí mismo como modelo a seguir mientras sentía una gran excitación espiritual. Más allá, otro que también parecía afirmar ser maestro enseñaba rápidamente todos los cuadros a sus alumnos, y hablaba de ellos como si fueran un simple catálogo de consumo. El joven, que acababa de entrar en la Casa de las Preguntas, entendió que todos aquellos no seguían el camino apropiado. 

Su frustración aumentó más cuando, al pasar junto a los que creía que restauraban cuadros, observó que lo que desesperadamente intentaban era pegar fotos de su propio rostro en la pared. Todos eran aduladores de la estructura, todos querían ser un cuadro más entre aquellos. Pero, según pudo comprobar, el último cuadro colocado legítimamente por la mano de la Historia databa de hacía tanto que sus propios abuelos no habrían podido conocer. El joven se sintió como un médico que había diagnosticado la enfermedad de su paciente, como el arquitecto que ve dañada una estructura. Algo fallaba, pero, ¿qué?

Corrió durante horas, buscando bajo las alfombras, analizando todo cuanto en aquella sala había. Y no encontró nada. Se sentó, abatido, en un rincón. Sumido en un profundo pensamiento, tanto que algunos supuestos maestros empezaron a hablar de aquella estatua humana que llevaba ahí tanto tiempo, se vio sobresaltado por un golpe al fondo de la sala. Un cuadro se había caído. El cuadro había sido colocado a duras penas en su día y ahora estaba tan olvidado que nadie se había ocupado de su mantenimiento. El rostro era de Crátilo, pero podría ser de cualquier otro. La gravedad es la misma para todos los cuadros. 

Entonces, en ese instante, el joven viajero que había acudido a la Casa de las Preguntas a hacerse un hombre con la sabiduría de un anciano y los interrogantes de un niño, encontró dónde descansaba la solución y el problema. Las alcayatas. Todos mirando cuadros y paredes pintadas mientras la casa se les viene encima, cuando la clave para que la Casa de las preguntas está en las alcayatas. Las alcayatas unen a un problema con su tiempo, y a un pensador con la realidad.



23 sept 2012

Pesadilla



PESADILLA

Allí se encontraba descansando aquel joven, en una cómoda cama con un mullido colchón. El aire era fresco y entraba en sus pulmones cargándole de paz. Cada vez que inhalaba su pecho se hinchaba y transmitía a todo su cuerpo una sensación de plenitud, de calma espiritual. 

Podía escuchar las olas del mar romper suavemente sobre sí mismas mientras el aire fresco se deslizaba por su piel erizando su vello corporal. Las lejanas voces de unas gaviotas no eran suficientes para desestabilizar aquel momento.

En alguna ocasión la delicada marea balanceaba aquella cama, que navegaba sin rumbo por el mar, y el joven se debatía en si caer o no en un profundo sopor…

El tiempo se había roto, ya no existía para él. No hubiera sido capaz de decir cuánto pudo haber pasado hasta que su sueño cambió. Una bocanada de aire enrarecido le hizo percatarse de que algo no marchaba bien. Empezó a sentirse aturdido. Aquel aire era imposible respirarlo. Pero sus pulmones necesitaban volver a llenarse. Se puso tenso. La piel se le humedeció ligeramente por el sudor de la agonía del a asfixia. No lo soportó más. Inhaló con todas sus ganas. Los pulmones le ardieron. El aire era ácido puro. Tosió. Su boca se inundó de un sabor a sangre y bilis. 

Una arcada.

Tenía todos los músculos tensos y su cuerpo se convulsionaba. Inquieto, se revolvió en su lecho. Durante un breve instante se acercó al borde de su cama y el estómago se le estremeció por el vértigo. El mar sonaba ahora con violencia y su cama ya no era cómoda. Era de un colchón durísimo y el joven sentía que tuviera pinchos clavándose en las partes del cuerpo que apoyaba.
Trató de asomarse a los bordes de la cama, pero cuando miró al mar no vio nada. No podía abrir los ojos. Trató por todos los medios de ver algo, pero no lo lograba. Separó los labios con fuerza y gritó de rabia. Alzó los puños apretados por encima de su cabeza, con los brazos rígidos temblando de fuerza. Pataleaba al aire, que seguía siendo igual de irrespirable.

Gritó. No veía. 

Lloraba, pero no podía abrir los ojos.

Quería despertar.

Gritó de nuevo.

Seguía sin ver.

Y con el último grito perdió la conciencia.

Abrió los ojos violentamente, despierto. Su cama seguía en el mar de siempre, que volvía a estar en calma. Siempre había estado en calma. El sonido lejano de las gaviotas relajó su respiración. Unos parpadeos. Tragó saliva. Su corazón latía con menos frenesí. ¿Le habría oído alguien?

16 jul 2012

MAGMA FRÍO




El día, un aparecer la luz
un simple pasar el tiempo.
La noche, oscuridad azul
escuchar los lamentos del viento.

Luciérnagas nadando en la quietud
del negro jardín llamado mundo
alumbrando a las almas perdidas
a los astros racionales sin rumbo.

Por estas aguas naufragan
infinitos cuerpos celestes
se encienden, se apagan
en honor al navegar.

Días y noches pasan por unos
otros siempre son oscuros
pero las estrellas, hermano, brillan
por su sangre corre el fuego.

Sus corazones explosivos
prendiendo su alma eligieron
ser el día, como si fuera un juego
permanecer siempre vivos.

Mas no basta con ser estrella
a los que se ven eternos
en llamas frenéticas bailan
al universo ciegan.

Azabaches, profundos, descansan
los ojos de estrella inmortal
me calman: "no pasa nada"
pero es una estrella fugaz.


En tu memoria.

11 jul 2012

Bloom


El ciudadano occidental contemporáneo, también llamado Bloom, por su estado de bloomificación, cree que los cambios históricos no sólo dependen de él, sino que además osa enfrentarse al pasado como algo superado. Hoy en día, los frenéticos cambios tecnológicos son una muestra de ello. Debido a que cada vez se implantan nuevas y más agresivas tecnologías, como lo han hecho el teléfono móvil e Internet en los últimos 20 años, se puede ver cómo el Bloom se cree partícipe de ellas, siendo un simple consumidor. 

Cuando la televisión apareció, y más tarde su mutación con color, la radio sufrió una pérdida de usuarios colosal. Escuchar la radio hoy en día, en sus frecuencias menos bloomificadas, es síntoma de tener mayor cultura (y no por ello la gente culta se aleja de la bloomificación). El caso es que ahora, con estos dos nuevos medios, la televisión es no sólo menos vista, sino que además el Bloom la rechaza como un niño rechaza sus juguetes viejos cuando le regalan juguetes nuevos (y ya quisiera el Bloom ser un niño). Lo más interesante de esto es el argumento que se utiliza contra nuestra obsoleta caja tonta. Que sirve para manipular. En verdad, es un argumento válido. Pero parece que se llama manipulados a los que van en un carro tecnológico más viejo. ¿Los usuarios de Internet no están manipulados? ¿El bombardeo de información que atonta nuestras mentes no es manipulación? 

Sólo basta con saber que en Internet pasa como en la calle, que sólo se oyen las voces más fuertes. La información que tiene algún valor es la que más gente visita, no la que tiene valor intrínseco. 
No creo que a un tibetano que pasea con sus ovejas tibetanas por la montaña tibetana le preocupe mucho lo que es Google. Pero en Occidente, donde vive el Bloom más bloomificado, Internet es una “herramienta”. No es una buena herramienta, ni una mala. Es una herramienta, sin más. Pero hay que cuestionarse qué tipo de sociedad puede realmente considerar algo como Internet una "herramienta". Tiene que ser muy decadente. Por otra parte, aclarar a aquellos que creen que Internet hace revoluciones que están equivocados. Tal vez Internet sea una revolución, pero no hace revoluciones. Sin permiso de los Bloom que manejan todo, no hay revolución posible.

El calor de un bar, con amigos, pensando y anotando en servilletas es como que ya no se lleva, en detrimento de relaciones impersonales marcadas por el frío sonar de un teclado.
¿No sientes que cuando no había Internet éramos como más "libres"?

16 may 2012

El canto del errante


   El negro paisaje urbano quedaba tras los pasos de aquel joven, ahogado por el tiempo y hundido en una nube de humo. No podía respirar. Angustiado se llevó las manos a la garganta y abrió la boca cuanto pudo. No logró que el aire llegara a sus pulmones. Se estaba asfixiando. Se le doblaron las rodillas y apoyó las manos contra el ardiente suelo.

   De repente, una bocanada de aire fresco y limpio entró en su pecho. Ya no se encontraba en el asfalto de la gran ciudad, sino bajo un limpio y despejado cielo. La hierba, movida por la suave brisa, le acariciaba las manos.

   Y a lo lejos escuchó un dulce canto, una hermosa voz. Se levantó en aquella virgen ladera y vio a la protectora de las flores. Había oído leyendas sobre ella y sabía que sufría, que era hipersensible. Era el hada que sentía lo que los humanos no podían sentir, y lo sentía por ellos. Entonces, el joven intentó contar, con la voz quebrada, la imagen que veía. Era un aprendiz de poeta.


Un salto a través
De los verdes tallos
Volando de flor a flor
Se  posa en el corazón.

Mira desesperada
a la eterna nada
inquieta su alma
de la hermosa Hada.

Fuente azabache
bailan sus cabellos
embriagan el aire,
mueven el viento.

Nívea su viva piel
delicada, herida del
doloroso ambiente
de historias de hambre y muerte.

¡Dama de todas las flores!
Cuida tus corazones
y tiñe estos olores
con tu aroma de colores…


Y su voz, cansada, no pudo cantar más. En ese momento, la frágil hada se dio la vuelta y sus ojos se encontraron con los del joven. Sonreía, con lágrimas en los ojos…




Pinocho 1


Un tiburón gigante, de más de un kilómetro, que se traga a padres y a hijos. Muñecos de madera que juegan a vivir, con hilos que les conducen hasta su edípico destino. Muchachuelos que se dejan absorber por algo que luego los utiliza. Padres, perros viejos que conocen el mundo, tratando desesperadamente de salvar a sus niños. La conciencia recibiendo un martillazo, para que calle y poder hacer lo que se quiere. Inocencia pura, ante un mundo nada inocente.
Y ese hada tan especial de cabellos azules, con su pequeño cuerpo, que es puro amor.
Pinocho…

Carlo Collodi escribió algo no sólo válido para su tiempo. Es un excelentísimo antropólogo, un conocedor de los edipos modernos, de un poderoso sistema que prima sobre todo. Un tipo que hoy sigue muy vigente.

Gracias por permitirme leerlo. Ha sido algo muy especial, leer al auténtico Pinocho. No me cansaré de agradecértelo.

15 may 2012

Enlazo un artículo del blog de una amiga. Muy interesante su entrada, además de su blog entero!
A echarle un vistazo:



Una cosa es tener dioses y otra creer en ellos
Los griegos tenían dioses, pero una cosa es tenerlos y otra creer en ellos, para los griegos los
dioses eran un sentimiento de representación. Representaban su familia, su pueblo…
Tenían 2 grandes dioses, Apolo, dios del orden, de la luz, de la escultura, arquitectura, la mesura,
 la cordura, la razón. Representa la medida, la norma. Y Dionisos, el dios de la noche, el caos, de
la música, la vida, la sensualidad, la embriaguez, el vino, la desmesura, la orgía, la alegría desbordante
de vivir, la exaltación de los impulsos vitales.
Había que buscar el equilibrio entre los 2 dioses, entre el desorden y el orden, la norma y lo informal.
Pero solo se ha utilizado uno, Apolo triunfa y fracasa Dionisos, este se olvida.


Con el tiempo Apolo se convierte en la idea de Bien y en el Dios de los cristianos y se ha impuesto
como una realidad que existe en el más allá. Una realidad por encima del ser humano.



Y la dirección de su blog aquí: principioultimo.blogspot.com



6 may 2012

Que Dios me perdone


A los moralistas.

Dueños y señores de todos los acontecimientos. Vuestras opiniones, enmascaradas de verdad quieren rodear el mundo, en aras de un supuesto bien. Vuestra telaraña es un lastre, un arma peligrosa de doble filo. Impedís que vuestras víctimas, los que sólo quieren caminar libremente por la tierra, puedan avanzar un solo paso. Y luego, el ácido de vuestra red desgarra la carne hasta descansar sobre el hueso.

La excusa puede ser una cruz, una media luna, una tradición. Disculpadme, pero toda esa mierda, por llamarla de alguna forma, jodida chusma, es la funesta bandera del mal. Es mejor ver cómo jóvenes se quedan embarazadas por no poder usar un preservativo y tienen que cargar con un bebé porque abortar es una aberración. Es mejor que toda una familia sufra mientras un enfermo con el cerebro de una planta tiene que vivir porque así debe ser. Es mejor que un niño agonice hasta límites insospechados porque queda feo matar niños.

No tengo palabras para vosotros, moralistas. Pero quiero que miréis allá donde vuestra opinión no llega. Mirad África individuo a individuo. Respirad el olor de la tuberculosis africana. Saboread la comida de los niños asiáticos que fabrican vuestra vestimenta. Sentid una penetración anal en una cárcel en la que los crímenes son de robar pan para comer. 

Veneno es vuestra lengua, ciegos vuestros ojos. Hipócritas. Ya podéis encender vuestro mass-media preferido, mientras vuestra pestilente moral recorre el mundo, mientras vuestra pastosa y pesada saliva disuelve el suelo al caer...

Os espero, moralistas. 

1 may 2012

¿Es esto la vida? Entonces, otra vez


Intenté abrazar al aire. La ingravidez llevaba a mi estómago a un lugar diferente del resto de mi cuerpo, mientras lo deslizaba por el aire como la caduca  hoja de un árbol en otoño. Sentí las puntiagudas piedras clavarse en mis costillas mientras rodaba por el suelo al caer, varios metros más atrás. Me incorporé. La miré.

Noté cómo un líquido recorría los poros de la piel de mi brazo izquierdo. Era negro, dorado, de todos los colores a la vez. No podía ser sino sangre que manaba de lo más profundo de mi alma. La acaricié con delicadeza con mi otra mano. No era fría ni caliente. Mi boca se torció en una sádica sonrisa. Sacudí violentamente el líquido de mi mano, que se esparció por el suelo. Me puse en guardia.

“Vamos, ven…”

Mi oponente corrió hacia mí estruendosamente. No le gustaba que se enfrentaran a ella. Una onda me volvió a lanzar por los aires. Me reincorporé rápidamente e inicié la ofensiva. Notaba cómo mis golpes la atravesaban. No le dolían. Pero era suficiente. Sentía cómo mi cuerpo estaba cada vez más vivo. La adrenalina se apoderaba de mí. Dejé de ponerme en guardia. Si no era peligrosamente, no merecía la pena…

Sus impactos eran cada vez más violentos, pero la furia de mi interior anestesiaba cualquier dolor… y le devolvía sus propios golpes con más fuerza.

Hasta que una colosal hacha, de piedra, fue empuñado en sus manos. Paré un momento. Nada de dudas. Retomé mi carrera hacia el mismo filo de su hacha. No podría quebrarme. Lo alzó alto como el vuelo de un buitre y lo impulsó hacia abajo como lo hace un águila que va por su presa. Mis dientes se apretaron y  ahora mi mandíbula era de acero puro. Cayó su arma con pesadez, rugiendo en el aire. Y salté hacia ella, con la testa por delante. 

Un sordo golpe reventó el silencio, dando paso a una polvareda de restos de aquella arma gigante de piedra. Unos segundos hubieron de pasar hasta que la brisa disipó la espesa niebla. 

Me quedé casi arrodillado, aunque me mantuve en pie. Temblaron mis muslos cuando me volví a levantar por completo. Mis nudillos estaban apretados, firmes. Mis brazos, tensos. Mi vientre era una muralla de resistente granito. Mi apretada mandíbula se abrió y mis labios se estiraron cuanto pudieron. De mi garganta manó un bramido. 

El barritar de un elefante… 

El llanto de un enfermo agonizante… 

El chillido de un águila… 

El rugido de un león…

Ella retrocedió. Pero recuperó su marca. No iba a huir si era digna de ser mi enemiga, mi amada. Se cruzaron nuestros ojos.

“…vamos, Vida. ¡Otra vez!”

Y seguimos durante otra eternidad.

29 abr 2012

"ZOON OCIOTIKON"

"ZOON OCIOTIKON"

Se abre la puerta. Un fornido vigilante nos invita a entrar. Destellos. Flashes. La música se rinde a nuestros pasos. Miradas curiosas. Llegamos al “photocool”. Posamos. Todo preparado para nosotros. Nuestros labios toman sugerentes formas sensuales bajo nuestras gafas de sol de firma. Admiradores a través de los cristales tintados. Inferiores. La nueva diosa del pop habla sobre nuestras vidas. Éxtasis. Pose de “superstar”. Señalamos nuestros pechos con estilo. Pensamos: YO.
Seguimos caminando a través de la multitud. Se giran, nos admiran. Es nuestra fragancia. Leemos la excitación de sus miradas. Fama. Nuestro cuerpo baila. Marcamos el ritmo. Un cuerpo escultural nos invita a una copa. La noche sólo acaba de empezar.
Desde que se produjera un acceso de las masas a la sociedad como miembros iguales en derechos a los antiguos privilegiados, dichas masas han aumentado sus posibilidades económicas y su tiempo libre, que utilizan en consumir un producto denominado “ocio”. Ocio entendido como ese conjunto de actividades que liberan temporalmente de las ocupaciones diarias. Sus aplicaciones son múltiples: evadirse, entretenerse, divertirse, relajarse, etc. Casi cualquier cosa, pero siempre acabando el verbo con un –se. Esto indica que el ocio lo hace cada uno para sí. Así, el producto en el Ocio no es lo que se consume, sino uno mismo. Pero un uno mismo disfrazado. Cuando se acude a jugar a una pista de bolos, se asume el papel de un jugador de bolos, o cuando se acude a una manifestación, uno toma el papel del manifestante. Esto es evidente, ya que parece ser que la realidad tiene que pasar por un filtro antes de impactar en cada uno. Y ese filtro es uno mismo. Un uno mismo que ve todo lo externo a él. Así entra en juego un nuevo personaje: nuestro protagonismo. Mejor dicho, la necesidad de protagonismo. Uno no acudiría a consumirse a sí mismo disfrazado, a consumir determinado protagonismo, si no hubiera una razón de peso; ya sea  consumir protagonismo como jugador de póker, como campeón del mundo al ver a la selección nacional ganar, o incluso como centro de atención al entrar en una discoteca.
¿Cuál puede ser, entonces, la razón por la cual alguien siente la necesidad de adquirir una nueva personalidad, un nuevo rol más favorable? Entre otros, puede ser porque se tenga un papel desagradable en la vida o porque sencillamente no se tiene ningún papel. La última respuesta es algo radical y haría referencia a un habitante vacío, carente de valores propios, de personalidad. Un ente completamente absurdo, anónimo incluso para sí mismo. Quizás sea más factible pensar que los ciudadanos del mundo capitalista han alcanzado un papel muy desagradable para ellos. No podemos hablar del proletariado de la época de Karl Marx, pero sí de un nuevo productor con características diferentes. Igualmente, su trabajo sigue sin pertenecerle y trabaja igual que una máquina. Trabajo mecánico, repetitivo, sujeto a un margen temporal:
“Niño, hazme 100 de esos en esta hora.”, dice un jefe asalariado a un asalariado a su cargo.
Ahora los dueños de los medios de producción son iguales a sus empleados, operarios que producen al servicio del producir mismo. También se diferencia del proletario en que cumple nuevas funciones productivas—como la contabilidad o el trabajo en nuevos sectores— y en que está educado para querer trabajar. El trabajo aparece entonces como un nuevo mantón con el que se adorna cada uno, ya que se suele asumir el rol de trabajador de uno u otro tipo tanto dentro como fuera del trabajo. Así, el buen cartero, el buen médico, etc., comentarán saludablemente junto a sus familiares en la comida del domingo las anécdotas de la semana anterior. En el negar un determinado oficio también se asume la pertenencia a éste, como puede ocurrir en la prostitución, por ejemplo—excluyendo la explotación—. El trabajo como identidad influye en la cantidad de individuos que estudian una u otra cosa en vistas a un trabajo que permita una vida superior en algo al resto. Y pudiera ser que no les gustara su trabajo, su vida en general. Que les supiera a poco. Que durante las horas no laborables sientan un vacío. Razones por las cuales uno tendría que acabar acudiendo a refugiarse en un videojuego y convertirse en un afamado jugador de ping-pong virtual.
Sería pensable la aparición de un nuevo tipo de ciudadano. Un ciudadano anónimo, pero con su identidad firmemente aferrada en su actividad productiva –o en su actividad consumidora, que también es parte de su actividad productiva-. De este modo sería un sujeto vacío fuera de su actividad. Y ese vacío exige ser llenado. Lo que puede llenar ese vacío sería el ocio.
El ocio es el proceso por el cual un individuo adquiere su personalidad. Su manera de llenarse. Pero al llenarse de tal modo, también se convierte en protagonista de una nueva vida que dura lo que tarde su dinero y tiempo en agotarse. El ocio sería algo así como el “soma”, de A. Huxley, que supondría  la obtención de una identidad que es imposible edificar autónomamente en un mundo en el que todo tiene un precio, del que es imposible huir y para con el cual todos tenemos la obligación natural de mantenerlo y hacerlo crecer.
Debido a que el Ocio nos realiza, proporcionándonos una identidad, el normal funcionamiento del sistema tiene otra herramienta muy poderosa para mantener su hegemonía: que todos tienen algo que perder. 
Todos pueden intentar aparentar ser tenistas, judocas, actrices, dioses de la cultura del cuerpo entrando en una fiesta y queriendo ser admirados…, pero nadie puede escapar de ser un ciudadano moderno. Ya sea en paro o siendo asesor comercial, todos pertenecen a la avanzadísima sociedad capitalista, donde todos pueden convertirse en lo que deseen, donde reina la igualdad de oportunidades. Igualdad de oportunidades para consumir uno u otro tipo de Ocio.
Trabajo y ocio. Ambos son un escenario de marionetas jugando a ser otros.


12 abr 2012

Cuatro citas y una reflexión 1

 



"El asunto es encontrar una verdad que sea cierta para mí, encontrar la idea por la cual yo sea capaz de vivir y morir" Kierkegaard





 
"¡Oh, tú voluntad mía! ¡Cuídame de mis pequeñas victorias!" Nietzsche




"Quien obedece no se oye a sí mismo" Nietzsche




 "Cuando el Hombre no se encuentra a sí mismo no encuentra nada" Göethe


Y una pregunta para reflexionar:

 

¿Cómo es posible que lo que aprendemos nos sorprenda durante tan poco tiempo?

24 mar 2012

I believe in me

Sabias palabras de nuestro Sócrates

En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por la práctica de su conocimiento, con alto respeto. Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo:

- ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?

- Espera un minuto- replicó Sócrates-. Antes de decirme cualquier cosa querría que pasaras un pequeño examen. Es llamado el examen del triple filtro.

- ¿Triple filtro?

- Correcto- continuó Sócrates-. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea tomar un momento y filtrar lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo el examen del triple filtro.

El primer filtro es la verdad: ¿estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?

- No- dijo el hombre- realmente sólo escuché sobre eso y...

- Muy bien- dijo Sócrates-. ¡Entonces realmente no sabes si es cierto o no!

- Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad: ¿es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, por el contrario...

- Entonces,- continuó Sócrates- tú deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Tú puedes aún pasar el examen, porque queda un filtro; el filtro de la utilidad: ¿será útil para mí lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, realmente no.

- Bien, concluyó Sócrates. Si lo que deseas decirme no es cierto ni bueno e incluso no es útil, ¿por qué decírmelo?

21 mar 2012

NOVIEMBRE NOCTURNO




Desde nuestra web nos gustaría presentar a “NOVIEMBRE NOCTURNO”, unos buenos pensadores que tienen un apartado muy filosófico, sociológico y muchos más –icos. Tienen, en definitiva, un programa muy completo. Además de estos temas, también incluyen el terror nocturno en sus diferentes manifestaciones. Allan Poe, Lovecraft…
Según sus palabras, Noviembre nocturno es un Podcast dedicado al terror en todas sus singulares manifestaciones. Con intención de resultar ameno y útil para su inexistente audiencia, las declaraciones y recopilaciones vertidas en el mismo no pretenden otra cosa que amenizar y fomentar la reflexión de los oyentes a través de planteamientos aparentemente absurdos.
 A continuación enlazamos algunos de sus programas:





Y a su Podcast y blog:

BLOG


16 mar 2012

Sobre la vida y la muerte





La muerte es el gran misterio para la humanidad. ¿Qué hay más allá de la Muerte? Esa es la pregunta que desencadena toda una oleada de reacciones nada agradables. Por una parte tememos que no haya nada, que todo acabe con esta vida. Por otra, tememos que lo que allí se encuentre sea peor que lo que hay aquí. Y luego hay otra opción, que nos dice que lo que allí encontraremos será “el paraíso”.


Ahora bien, como es obvio, para los vivos es imposible conocer la muerte. De hecho, jamás la conoceremos. Como nos enseña Epicuro, con un sencillo razonamiento, uno jamás se topa con la Muerte. La muerte es un estado. Ahora bien, cuando hay un Yo, significa que la muerte no está aquí, que está lejos. Eso se correspondería con estar vivo. Empero, cuando me hayo en estado de muerte, cuando hay Muerte, yo ya no estoy. O hay Yo, o hay Muerte. Hay una fina barrera entre ambas, pero es indestructible. Esto lo utiliza el filósofo heleno para mostrarnos cómo no se debe temer a la muerte. También nos enseña a no temer a los dioses y al destino.
Sin embargo, queda un cabo suelto por atar en toda esta trama sobre la Muerte. Y es nada menos que la Vida. Si no hubiera Vida, jamás habría Muerte. Es, por tanto, el pilar más importante en toda esta historia. Porque para que haya Vida no se necesita que haya Muerte. En cambio, al revés sí. Como Hegel podría rebatirnos, ambas se necesitan la una a la otra. Nada que reprocharle. Puede ser. Pero, en cualquier caso, la Vida sigue siendo el gran olvidado. En Occidente se nos ha enseñado una moral de la Muerte. Divinizamos a la Muerte. Incluso nos preocupamos por ella. Pero un oriental pensaría que somos unos satánicos. Lo que es seguro es que la Vida no está lo suficientemente valorada.
Lo importante, creo yo, es haber vivido. La lástima no es la Muerte, sino el fin de la Vida. Aunque no hay de que lamentarse. Se ha vivido. Eso es motivo suficiente para morir feliz. El haber conocido la Vida.
Otra cosa muy diferente es la actitud egoísta que se puede mostrar en un funeral. Para los que van a ver al fallecido una pena reina en sus corazones. Pero no es una pena en la que se observe que el que se marcha no va a vivir por más tiempo, ni tendrá más experiencias, etc. Es una pena en la que se piensa que no se le volverá a ver, que faltará como mobiliario de la propia vida. Esto es muy egoísta. La primera pena parece más justa, digna. Pero es la que más escasea. Ahora bien, ¿por qué no sentir alegría? ¿por qué no alegrarse de que el muerto haya vivido, haya reído, disfrutado, sufrido, y vivido todas estas cosas que tiene la Vida? Habría que consultarle a Nietzsche.

Aclaración de la imagen del artículo: Se pone el tradicional símbolo del Ying y el Yang para simbolizar dos cosas que componen un todo común. Dos complementarios sine qua non sería posible. La clásica tríada, representada con la dualidad. En este caso, Vida y Muerte.