29 abr 2012

"ZOON OCIOTIKON"

"ZOON OCIOTIKON"

Se abre la puerta. Un fornido vigilante nos invita a entrar. Destellos. Flashes. La música se rinde a nuestros pasos. Miradas curiosas. Llegamos al “photocool”. Posamos. Todo preparado para nosotros. Nuestros labios toman sugerentes formas sensuales bajo nuestras gafas de sol de firma. Admiradores a través de los cristales tintados. Inferiores. La nueva diosa del pop habla sobre nuestras vidas. Éxtasis. Pose de “superstar”. Señalamos nuestros pechos con estilo. Pensamos: YO.
Seguimos caminando a través de la multitud. Se giran, nos admiran. Es nuestra fragancia. Leemos la excitación de sus miradas. Fama. Nuestro cuerpo baila. Marcamos el ritmo. Un cuerpo escultural nos invita a una copa. La noche sólo acaba de empezar.
Desde que se produjera un acceso de las masas a la sociedad como miembros iguales en derechos a los antiguos privilegiados, dichas masas han aumentado sus posibilidades económicas y su tiempo libre, que utilizan en consumir un producto denominado “ocio”. Ocio entendido como ese conjunto de actividades que liberan temporalmente de las ocupaciones diarias. Sus aplicaciones son múltiples: evadirse, entretenerse, divertirse, relajarse, etc. Casi cualquier cosa, pero siempre acabando el verbo con un –se. Esto indica que el ocio lo hace cada uno para sí. Así, el producto en el Ocio no es lo que se consume, sino uno mismo. Pero un uno mismo disfrazado. Cuando se acude a jugar a una pista de bolos, se asume el papel de un jugador de bolos, o cuando se acude a una manifestación, uno toma el papel del manifestante. Esto es evidente, ya que parece ser que la realidad tiene que pasar por un filtro antes de impactar en cada uno. Y ese filtro es uno mismo. Un uno mismo que ve todo lo externo a él. Así entra en juego un nuevo personaje: nuestro protagonismo. Mejor dicho, la necesidad de protagonismo. Uno no acudiría a consumirse a sí mismo disfrazado, a consumir determinado protagonismo, si no hubiera una razón de peso; ya sea  consumir protagonismo como jugador de póker, como campeón del mundo al ver a la selección nacional ganar, o incluso como centro de atención al entrar en una discoteca.
¿Cuál puede ser, entonces, la razón por la cual alguien siente la necesidad de adquirir una nueva personalidad, un nuevo rol más favorable? Entre otros, puede ser porque se tenga un papel desagradable en la vida o porque sencillamente no se tiene ningún papel. La última respuesta es algo radical y haría referencia a un habitante vacío, carente de valores propios, de personalidad. Un ente completamente absurdo, anónimo incluso para sí mismo. Quizás sea más factible pensar que los ciudadanos del mundo capitalista han alcanzado un papel muy desagradable para ellos. No podemos hablar del proletariado de la época de Karl Marx, pero sí de un nuevo productor con características diferentes. Igualmente, su trabajo sigue sin pertenecerle y trabaja igual que una máquina. Trabajo mecánico, repetitivo, sujeto a un margen temporal:
“Niño, hazme 100 de esos en esta hora.”, dice un jefe asalariado a un asalariado a su cargo.
Ahora los dueños de los medios de producción son iguales a sus empleados, operarios que producen al servicio del producir mismo. También se diferencia del proletario en que cumple nuevas funciones productivas—como la contabilidad o el trabajo en nuevos sectores— y en que está educado para querer trabajar. El trabajo aparece entonces como un nuevo mantón con el que se adorna cada uno, ya que se suele asumir el rol de trabajador de uno u otro tipo tanto dentro como fuera del trabajo. Así, el buen cartero, el buen médico, etc., comentarán saludablemente junto a sus familiares en la comida del domingo las anécdotas de la semana anterior. En el negar un determinado oficio también se asume la pertenencia a éste, como puede ocurrir en la prostitución, por ejemplo—excluyendo la explotación—. El trabajo como identidad influye en la cantidad de individuos que estudian una u otra cosa en vistas a un trabajo que permita una vida superior en algo al resto. Y pudiera ser que no les gustara su trabajo, su vida en general. Que les supiera a poco. Que durante las horas no laborables sientan un vacío. Razones por las cuales uno tendría que acabar acudiendo a refugiarse en un videojuego y convertirse en un afamado jugador de ping-pong virtual.
Sería pensable la aparición de un nuevo tipo de ciudadano. Un ciudadano anónimo, pero con su identidad firmemente aferrada en su actividad productiva –o en su actividad consumidora, que también es parte de su actividad productiva-. De este modo sería un sujeto vacío fuera de su actividad. Y ese vacío exige ser llenado. Lo que puede llenar ese vacío sería el ocio.
El ocio es el proceso por el cual un individuo adquiere su personalidad. Su manera de llenarse. Pero al llenarse de tal modo, también se convierte en protagonista de una nueva vida que dura lo que tarde su dinero y tiempo en agotarse. El ocio sería algo así como el “soma”, de A. Huxley, que supondría  la obtención de una identidad que es imposible edificar autónomamente en un mundo en el que todo tiene un precio, del que es imposible huir y para con el cual todos tenemos la obligación natural de mantenerlo y hacerlo crecer.
Debido a que el Ocio nos realiza, proporcionándonos una identidad, el normal funcionamiento del sistema tiene otra herramienta muy poderosa para mantener su hegemonía: que todos tienen algo que perder. 
Todos pueden intentar aparentar ser tenistas, judocas, actrices, dioses de la cultura del cuerpo entrando en una fiesta y queriendo ser admirados…, pero nadie puede escapar de ser un ciudadano moderno. Ya sea en paro o siendo asesor comercial, todos pertenecen a la avanzadísima sociedad capitalista, donde todos pueden convertirse en lo que deseen, donde reina la igualdad de oportunidades. Igualdad de oportunidades para consumir uno u otro tipo de Ocio.
Trabajo y ocio. Ambos son un escenario de marionetas jugando a ser otros.


12 abr 2012

Cuatro citas y una reflexión 1

 



"El asunto es encontrar una verdad que sea cierta para mí, encontrar la idea por la cual yo sea capaz de vivir y morir" Kierkegaard





 
"¡Oh, tú voluntad mía! ¡Cuídame de mis pequeñas victorias!" Nietzsche




"Quien obedece no se oye a sí mismo" Nietzsche




 "Cuando el Hombre no se encuentra a sí mismo no encuentra nada" Göethe


Y una pregunta para reflexionar:

 

¿Cómo es posible que lo que aprendemos nos sorprenda durante tan poco tiempo?