1 dic 2011

Resucitemos la Filosofía


No es necesario ser muy inteligente para ver, para darse cuenta. Yo he visto, he comprendido. He visto una sociedad, un mundo, que se dirige a su propio desastre. Veo una humanidad agonizante, culturas decadentes, una globalización del pensamiento sentenciadora. Veo  un futuro escrito. Veo el fin del Ser Humano. No necesité ser inteligente para ver un mundo enfermo, que se dirige a su fin.
Cada día que pasa, cada nuevo niño que nace, nuestras esperanzas se van cada vez más lejos. Huyen de nosotros. Generación tras generación, vamos perdiendo algo muy importante para nosotros como humanos. Cada generación que acaba se lleva con ella a la tumba una parte muy preciada para las generaciones siguientes. No es que nos lo estén robando, es que nosotros no lo hemos sabido obtener.
El mundo en el que vivimos se vuelve más hostil a cada momento. O somos nosotros quienes, como diría Darwin, somos cada vez menos aptos para sobrevivir en él.
No es una cuestión de adaptación física al medio, pues nuestra adaptación física es nula. Un humano corriente moriría en cualquier lugar sin la vestimenta o herramienta adecuadas. Sin embargo, nuestra adaptación es quizá más poderosa que la de cualquier otro animal. Vaya paradoja. Poseemos un elemento que nos protegería de casi cualquier cosa: la inteligencia.
Una inteligencia que cada generación va desapareciendo. Vemos como los medios de comunicación, la masiva y continuada cantidad de información (con elementos como Internet), la cabezonería de la gente corriente de “no querer comerse la cabeza”, nos vuelven seres cada vez menos inteligentes. No parecen darse cuenta de que sin pensamiento no hay humanidad, sino animalidad. Como humanos que somos, tenemos el deber de pensar. No se puede vivir mirando a otro lado, diciendo que pensar deprime, o escondiéndose como un vil insecto en la moda, la tecnología, o cualquier porquería de eso que llaman “ocio”. Con todos mis respetos, claro está, para lo que entendemos por “insecto”.
Somos los culpables. El absurdo en su máxima expresión. Un águila jamás se negaría a volar porque le parezca deprimente, ni una hormiga dejará de traer comida porque le parezca aburrido.
Por otra parte, escondernos en el ocio, intentar negar nuestra condición de humanos, nos lleva a nuestro fin. Cada día tienen lugar guerras, y los humanos están demasiado ocupados con su nuevo ordenador para ir a quemar los parlamentos y condenar a muerte a los empresarios que quieren beneficiarse del saqueo de esas pobres gentes. Cada día mueren miles de personas de hambre, pero los humanos más desarrollados están muriendo de obesidad, hipertensión, infartos, etc., sin luchar siquiera para que todo el mundo pueda disfrutar de la vida. Cada día vemos a nuestros vecinos más explotados por las empresas, pero ya nadie parece tener ganas de salir a boicotear a los patrones para tener derechos laborales. Cada día la política sigue siendo la misma farsa, pero todos están demasiado ocupados como para hacer nada.
Humanos del mundo, uníos. Pensad por vosotros mismos. Que nadie construya vuestro pensamiento.

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