19 mar 2013


    Un cuarto oscuro, un zulo con un pequeño y desgastado sofa en el centro. Un triste rostro, pobremente iluminado, mira cabizbajo allí sentado. su corazón esta tan quieto como la mente. Físicamente, una planta.

Los dedos recorren al azar el plástico que ilumina su cara. Cualquiera diría que sin sentido y rumbo vagaban aquellos dedos por aquel material. Pero allí están sus dedos. Y sus ojos, y todo él.

Su alma esta tan vacío como su cuerpo, centrado en algo que cree que tiene actividad, mirando una absurda quietud, viviendo unos pixeles más de vida. 

Para él, todo es frenesí, un tac aquí y otro allá.
Allí, en aquel viejo sofá, ya no hay un hombre. Solamente un fantasma.


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